Salir a pasear, tomar notas, ser permeable al entorno que te envuelve.
Así comienzan las ideas, provocación y detonante de cada nuevo proyecto. Escuchar, ver, sentir, oler. Más allá de perpetuar un estilo de trabajo que pueda volverse repetitivo, reivindico la liberación de éste para explorar sensaciones y avivar el caos, desencadenante de una imagen inédita. Una catarsis provocada que desafía el espectro de la experiencia propia y anima a ampliar hacia espacios desconocidos a los que se debe dar respuesta. Es en esa amalgama de planos rotos y pinceladas borradas, es donde consigo percibir ecos de lo que nació como estímulo y que ahora es recuerdo.
La naturaleza es una inagotable fuente de ideas que utilizo como referencia. Comienzo a trabajar y cruzo la línea entre la figuración y la abstracción constantemente. Para dejar libre el camino al análisis, trabajo reiteradamente sobre una idea que se transforma en cada intento. Los nuevos caminos, aunque de recorrido incierto, afianzan el conocimiento tal y como los cimientos afianzan una edificación. Estos bocetos tomados del natural o como evolución del mismo, estructuran el concepto que renace en cada paso, animándome a transgredir mis propios límites. El error es acierto o no, dependiendo de cómo sepamos ver y usarlo. El caos, hecho materia en recorridos de gesto y color, invaden el soporte mientras mi mente intenta con denuedo escanear respuestas perezosamente escondidas. Cambio algo superfluo por lo que puede serlo aún más, sin embargo, el equilibrio de lo que pretende ser único me interpela a cada paso.